lunes, 27 de septiembre de 2010

La vida sin semáforos

¿Cómo será vivir sin semáforos?

Sin semáforos y sin choques, lógicamente. Supongo que parte de esa respuesta se puede encontrar en Miramar, porque en el miniviaje que me tuvo por esos lares el sábado a la tarde, no vi ni un semáforo, y eso que vi alguna rotonda, cruces de avenidas, y edificios, pero no vi semáforo alguno. Tampoco vi imbéciles, lo cual puede ser un factor relevante, pero aun así, no creo que en época de vacaciones sea una ciudad apacible cómo me tocó conocer este fin de semana, no creo que esté todo cerrado, la playa vacía y que las calles estén limpias y ordenadas en enero. Pero sin embargo parece que es un lugar tranquilo y seguro.


 Cómo bien mencioné recién, algo que me llamó poderosísimamente la atención, es el orden y la pulcritud del lugar, podría decir que no parecía formar parte de la República Argentina, la calle limpia, silencio, el señor que atendía el lugar donde fuimos a comer tenía ganas de trabajar... hasta el típico cabeza de caca que pasaba con la cumbia a todo lo que su pija estereo le permite, parecía manejar con un aire de responsabilidad.

 La playa era muy linda, no extrañaba para nada la basura en la arena. Me quedé con ganas de recorrer un poco más y de ir de vuelta al vivero dunícola que es todo lo que conocía de Miramar, pero el tiempo no apremiaba y había que volver a Mar del Plata. No descarto una vuelta en algun momento a ese lugar, la verdad me llevo una muy buena impresión, a pesar de estar cerrados todos y cada uno de los negocios que abarcaba la vista.

 En fin. Fue un lindo viaje, y el costo es increiblemente bajo para lo que acostumbro a pagar por cualquier cosa en estos días.

 Federico.


jueves, 23 de septiembre de 2010

A la Concha de la Lora en bote

Vamos hacia el sur, Febo sale por la izquierda y baila hasta esconderse detrás del horizonte a mi derecha. El viaje es largo, vamos a la Concha de la Lora, vamos en bote, ya siento el frío viento austral recorriendo mi piel. La brújula me dice que son las 3 de la tarde, ¡pero que pelotudo soy! era el reloj, la brújula estaba en el otro bolsillo.
Lo feo de viajar en bote es que no puedo parar en una estación de servicio a estirar las piernas, y no quiero ir a tierra firme todavía, tengo que seguir 3 leguas marítimas más por lo menos, pero no tengo cuentakilómetros, menos cuentaleguas, así que no sé cuando voy a recorrer esa distancia. El médico me dijo que por el colesterol le baje un cambio a la sal, así que no puedo tomar agua de mar, tengo sed, como diría Hamlet "Sed o no sed, necesito una botella de agua". Otro problema que tengo es cagar, tengo que cagar en una bolsita y vaciarla en el mar, porque ya en otro viaje quise hacer un pozo en el bote a modo de letrina, pero naufragué y tuve que volver a nado hasta casa, que como queda en Burzaco tuve que nadar cuatro días en pavimento y me raspé la panza. Resumiendo. Nada de letrinas en el bote. Ya pasaron 2 semanas desde mi partida y todavía me pregunto, ¿para qué mierda me traje el microondas?, no lo puedo enchufar en ningún lado, y tampoco tiene entrada para ponerle gas, ni tampoco tengo gas natural. Nunca supe cómo mierda se usa una garrafa.
Al cuarto día que pasé por el mismo muelle de pescadores de Berisso me di cuenta que tenía que remar, sino iba a moverme toda la vida según la corriente de agua. Algunas cosas buenas que descubrí en el viaje, es que es muy difícil que me choquen en el mar, y salvo la prefectura naval, nunca me paran a pedirme los papeles.
El jueves estaba viendo con el larga-vista la costa, era hermosa, me los saqué 2 minutos para hacer pis, y cuando me los puse de vuelta se veía todo pequeñísimo y lejano, me alarme, hasta que vi que me había puesto los larga-vista al revés y en realidad estaba a 200 metros de la costa y un grupo de adolescentes se reían de mi, me había olvidado de subirme los pantalones.
Otro día seguiré escribiendo más acerca de mi viaje, debo ir a vomitar, es que acabo de ver a dos marineros homosexuales en una embarcación que pasó a unos 600 pies...

Fede.